22 feb 2010

De la otra identidad de Jose mari: "La Pantoja" y las libertades civiles


Siempre me ha gustado escribir, es más, si me apuráis, siempre he sido mucho de “montarme películas”, pero basta que te den una oportunidad o que comiences a postear como forma de expresión para que te quedes en blanco, que no tengas nada que decir, para que las musas no te hagan una visita en días, o llamarlo como queráis.

Y es que con tanto frío, tanto cansancio, y tan mal tiempo, no estaba lo que se dice muy inspirado; hasta que el jueves “saltó la liebre”, y volví a reconciliarme con mi Yo que juega a ser escritor tras el “visionado” de una foto grotesca y fascinante a partes iguales; una foto de la nueva folclórica de España, de la persona llamada a sustituir a la Pantoja en esto del género cañí: José María Aznar, “Josemari” en adelante.


A ver me explico, folclórica por presentar los dos principales rasgos de estas: el bigote y la “peineta”.


Y no solo se le puede considerar una folclórica por presentar semejantes atributos, sino porque este hombre, a día de hoy, más que un político se le puede considerar un personaje del faranduleo televisivo propio de esos programas de tintes amarillistas y con cierto tufillo rancio que pueblan la sobremesa de más de una televisión privada que conforman el mosaico de la oferta patria de la “caja tonta”, ya no es un ex - presidente, ni un político “de tablas”, sino que ha acabado degenerando en algo más deleznable e irrisorio a partes iguales: en un “yonki de las cámaras”, o integrante del circo televisivo patrio; vamos que es el “digno” sucesor de la “Memez Estevan”, y a seguro que dentro de poco lo vemos en una entrevista íntima y personal concedida a la “Pestiño”

Como si de la princesa de la boca de fresa, hacia tiempo que a “Josemari” se le ve, más que tristón errático.

Ya no hace lo que todo político que tanto con su formación como con su trayectoria debería hacer: política de forma sería y responsable, sino que ha cambiado los argumento razonables y razonados por las demagogias baratas más propias de un libro de autoayuda de segunda.

¿Qué fue de ese hombre “sensible”, culto y políglota que hacía del catalán su forma más íntima de expresión?: se quedó por el camino de lo que es hoy.

Ha cambiado sus reuniones de estado por otras más sociales bajo el sol de las islas pitusas, y si dicen que se encuentra desmejorado con el tiempo nada mejor que dejarse una melena ”progre” y lucir ante los atentos objetivos de los paparazis esos abdominales esculpidos a bases de esfuerzos, sudor y lágrimas.

Si dicen que esta desilusionado o no inspirado porque ya no escribe discursos ni dejan que se los escriba, no pasa nada, nada como ayudar a su devota esposa a escribir, o mejor a reescribir cuentos “infantiles”, o para adultos infantiloides según se mire, mediante los cuales enseñar a “ser críticos”, o a enseñar a ser críticos bajo su prisma intelectual, con determinados temas sociales.

Que le invitan a dar una conferencia o charla, y no sabe de que hablar, nada como atacar al tonto de turno (léase en este caso al Presidente del Gobierno) con metáforas tan elaboradas que ni el propio Quevedo, además de “atentar” contra uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho en el cual vivimos: La Libertad de Expresión: porque sí, es verdad que un sector del claustro estudiantil se dedico a propinarle improperios varios (como asesino y fascistas), pero en el momento de la instantánea, en cual más que un ponente parece uno de esos tantos jóvenes “polingoneros” (de los “polínganos”), estaba contestando a opinión respetuosa y formada libremente de una serie de jóvenes que al irónico grito de “Josemari presidente” estaban expresando lo que buena parte de los jóvenes pensamos: “No queremos políticos que piensen solo en su beneficio, haciendo de las miserias y problemas de los españoles su principal arma arrojadiza para conseguir rédito de cualquier tipo, sino que queremos gente seria que arrime el hombro por su país”.

Con ese gesto solo consiguió dar crédito a los improperios vertidos, porque no hay nada más fascista que ante la opinión divergente de los demás adoptar una posición de “pasársela por el forro”.

Tendremos que estar a ver lo que ocurre en los próximos días.

Sin duda alguna, no nos enfademos con él, no sabe lo que hace, o sí, pero compadezcámonos de él porque al igual que decían en aquella serie de los 80, la fama cuesta.

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